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Cuentos y Leyendas de Talavera

Jue, 19/01/2017

El pasado jueves, 19 de enero de 2017 los alumnos de TVA y FP hemos acudido al Museo Etnográfico para participar en el Taller de Cuentos y Leyendas de Talavera. Como es costumbre y desafiando a la ola de frío que nos visita estos días, hemos venido paseando, que es más sano y saludable.

Acompañados por Alberto hemos conocido y recordado algunas de las leyendas de Talavera.

Primero hemos diferenciado entre cuento y leyenda.

El cuento es una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada, un nudo y un desenlace final rápidos.

La leyenda es una narración popular que cuenta un hecho real con aportaciones fabuladas que se transmite de generación en generación en forma oral o escrita. Generalmente, se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico, lo que le confiere cierta singularidad.

Leyenda: “El fantasma de la torre o La loca de la torre”.

A finales del siglo XVII Don Fernando de Valenzuela, primer marqués de Villasierra, fue ministro del rey Carlos II el Hechizado, sin embargo, su poder despertó odios y se le acusó de haberse enriquecido de su cargo por lo que fue condenado a muerte. Fernando se refugió en El Escorial, siendo desposeído de su fortuna y sus privilegios. Su esposa, María de Uceda, también se convirtió en objeto de persecución y, tras varios intentos de asesinato, se refugió en Talavera escondiéndose en la torre de la Colegial, donde permaneció desde 1677 hasta 1683. Una vez pasado el peligro volvió a Madrid, pero había perdido el juicio, por lo que se la denominó “La Loca de Leganitos”.

En su estancia en Talavera, María de Uceda, refugiada en La Colegial sin conocimiento de los talaveranos, se paseaba por la torre y la confundieron con un fantasma. Además, el abandono y mal estado de la torre hacía que cayeran restos, que los talaveranos decían que eran las piedras que les arrojaba el fantasma de la torre.

Leyenda: “El caballero cornudo”.

A principios del siglo XI, Ximén Blázquez es uno de los caballeros cristianos con mayor protagonismo en la reconquista y repoblación de las tierras de la ciudad de Ávila, cuyo territorio limitaba por su extremo sur con la entonces musulmana Talavera con la que guerreaban continuamente. La mujer de un hijo de Ximén Blázquez, llamado Nalvillos, fue raptada en las cercanías de Ávila cuando iba de romería el día de San Lorenzo, durante una algarada de los moros talaveranos.

Nalvillos, el joven marido, considerado también un valiente caballero, ante el agravio infligido solicitó cincuenta caballeros que le acompañaran y al llegar a la Atalaya de Segurilla, les pidió que se escondieran y sólo salieran en su rescate si escuchaban una bocina.

El joven se cambió de ropa, cortó hierba, entró en la villa simulando querer venderla y llegó hasta la alcazaba donde su mujer permanecía después de haberla tomado el gobernador militar árabe como esposa.

Estando asomada a una ventana, la mujer le reconoció e hizo que pasara al interior, donde le advirtió del peligro de muerte que corría si era descubierto. Pero el joven caballero le insistió en el gran amor que la profesaba y entró en el interior de la alcazaba. Su esposa le escondió en su habitación.

En esto llegó el gobernador árabe y ella le preguntó sobre el premio que daría a la persona que le entregase a Nalvillos, su mayor enemigo cristiano en el campo de batalla. A lo que el gobernador contestó que le otorgaría la mitad de las tierras y riquezas de su señorío. Atraída por la oferta traicionó a su marido y lo entregó.

Una vez apresado, el gobernador preguntó a Nalvillos qué tipo de muerte daría a su mayor enemigo si, como era el caso, le tuviese en su poder, y le respondió que lo quemaría en el lugar más elevado de la ciudad con la concurrencia de todo el mundo después de pregonarlo. Esto mismo ordenó hacer el gobernador árabe.

Llevaron leña a la Atalaya de Segurilla. Cuando le ofrecieron a Nalvillos pedir un último deseo antes de morir, solicitó tocar la bocina mientras era ejecutado. Pero al hacerlo aparecieron sus soldados cristianos que derrotaron a los musulmanes, quemaron al gobernador en la misma pira que tenía preparada para Nalvillos. Después entraron en Talavera por sorpresa, la derrotaron y obtuvieron un gran botín. La mujer de Nalvillos fue también quemada por los cristianos como castigo de su traición e infidelidad.

Leyenda: “La venganza de la Reina”.

En el siglo XIV el Alcázar de Talavera pasó a ser un precioso palacio real. Allí, Doña María de Portugal, se acomodó y se preparó para reinar en Castilla. Pero nada más lejos de la realidad.

Al poco tiempo de casarse, Doña María quedó relegada y olvidada durante muchos años por el rey D. Alfonso, quien había conocido a una jovencísima viuda de apenas 18 años, llamada Dña. Leonor de Guzmán y Ponce de León, procedente de una importante familia castellana, guapísima, y propietaria de una inmensa fortuna. La reina no pudo hacer nada.

Ella era fea, antipática, poco femenina y para colmo no soportaba al rey. D. Alfonso se enamoró perdidamente de Dña. Leonor. Su amor duró toda la vida. Tuvieron 10 hijos: Pedro, Sancho, Enrique de Trastámara, Fadrique, Fernando, Tello, Juan, Juana, Sancho y Pedro. La nueva dinastía tomó el nombre de "Los Trastámara".

Aunque Dña. Leonor ha pasado a la historia como “la favorita del rey”, fue una auténtica reina en la sombra, ya que, tanto por su influencia sobre el rey, como por su inteligencia, intervino muchas veces en los asuntos de Estado, aconsejando mucho y bien a su querido D. Alfonso. El rey por su parte, cada vez que tenían un hijo, la recompensaba con distintos señoríos y donaciones.

El patrimonio acumulado por Leonor la convirtió en una gran señora feudal, “dueña y señora de Castilla”, y disfrutaba de los derechos que eso significaba. Mientras Dña. Leonor y sus hijos, disfrutaban viviendo junto al rey, demostrando su predilección y gran amor, aunque ilegítimos, los trataba como su auténtica familia.

La reina, que a duras penas había conseguido tener al infante Pedro I, el cruel, vivía postergada, marginada y alejada de la corte. El rencor y el odio comenzaron entonces a anidar en su corazón. Lo disimuló con una gran dignidad de legítima reina, pero su corazón guardaba una sed de venganza, que nadie conocía.

Ajena a todo esto, Dña. Leonor sabía que sus hijos, como ilegítimos, no tenían derecho a heredar el trono, así que, quiso que desde pequeños les fueran concedidos títulos nobiliarios, tierras e incluso concertó buenos matrimonios para ellos.

En la madrugada del 26 de marzo de 1350, día de Viernes Santo, falleció el rey D. Alfonso. La peste negra acabó con él cuando contaba 38 años. Dña. Leonor y toda su descendencia quedaban totalmente desamparados.

Pedro I, el Cruel, le sucedió en el trono como legítimo heredero. Fué el gran momento esperado por Dña. María. El nuevo rey comenzó a confiscar buena parte del patrimonio de Dña. Leonor y la encerró en el alcázar de Sevilla.

Sus parientes e hijos fueron convencidos por la fuerza para trasladarse a Sevilla, y entrar al servicio del nuevo rey. Aunque presa, allí Dña. Leonor contaba con un régimen poco riguroso y sus familiares podían aún visitarla.

Así fue como un día, su hijo el conde Enrique de Trastámara, visitó a su madre. Dña. Leonor, junto a su prometida Juana Manuel, que pertenecía a una de las familias más importantes de Castilla. Hasta el alcázar de Sevilla había llegado el rumor de las intenciones del nuevo rey para deshacer el compromiso de su hijo con Juana Manuel para casarla con otro candidato más del gusto del monarca o con el rey mismo.

Dña. Leonor, más pendiente del porvenir de sus hijos que de su propia seguridad, persuadió a su hijo para que consumase el matrimonio con la joven en los mismos aposentos del Palacio Real de Sevilla donde estaba prisionera.

La reina y sus fieles habían pensado en Juana Manuel como esposa del rey Pedro, pero con la hábil maniobra de Leonor ese plan quedó totalmente frustrado.

Años después, los Trastámara basarían sus aspiraciones a la corona en los derechos dinásticos de Juana Manuel.

De ahí la sagaz e importante maniobra política lograda por Leonor de Guzmán en favor de su hijo Enrique de Trastámara.

Como consecuencia, Dña. Leonor fue llevada presa a un duro encierro, sin permitirle que en adelante viera a nadie de los suyos, mientras Enrique de Trastámara salía huyendo con su esposa hacia sus tierras de Asturias.

La reina lo tomó como una cruzada personal, la acusaba de promover revueltas contra el joven soberano, de conspirar con el rey de Aragón y de incitar a sus hijos a la rebelión.

Dña. Leonor fue llevada a Talavera de la Reina, donde la pusieron presa en el Alcázar. Allí fue sometida a todo tipo de torturas y vejaciones hasta que a finales del mes de marzo de 1351, un escudero de la reina la degolló con un rápido y limpio tajo en el cuello en el castillo de Castrojeriz.

Nunca se supo donde la enterraron y se ignora aún hoy el paradero de sus restos.

A pesar de todo, sus hijos comenzaron su propia cruzada contra Pedro I. Su hijo Enrique terminó reinando tras luchar contra su hermano Pedro I y matarlo en la batalla de Montiel al pie del Castillo de la Estrella.

De esta manera se convirtió en el rey Enrique II de Castilla y León, y fundador de la dinastía de los Trastámara.

Por eso los tres cabezudos de Talavera que recorren nuestras calles en momentos destacados: el rey D. Alfonso, la reina María de Portugal y Doña Leonor.

Leyenda: “El ángel de la batalla”.

En julio de 1809 tuvo lugar la batalla de Talavera durante la guerra de la Independencia Española. En ella participaron más de 100.000 soldados.

Era tal el calor de aquellos días que el agua jugó un factor determinante.

Se cuenta de una joven conocedora de la zona que ayudó al ejército angloespañol mostrando los pozos, acarreando agua y curando heridos. Se la recordó como el ángel de la batalla.

Hoy en el cerro de Medellín, desde donde se contempla Talavera y fue un emplazamiento clave para la batalla se erige un monumento con tres monolitos que recuerdan los tres ejércitos que se dieron cita: francés, inglés y español. En dichos monolitos aparecen algunos de los nombres de los soldados que en la batalla participaron.

El escudo de Talavera.

Como bien sabemos en el escudo de Talavera aparecen dos toros y una torre albarrana.

Según cuentan en la época medieval Talavera sufría numerosos asedios, y en cierta ocasión en que la resistencia de sus habitantes estaba al límite de sus fuerzas por la falta de víveres, para hacer creer a los árabes que todavía podían resistir hasta la llegada de refuerzos cristianos, soltaron los talaveranos las dos únicas cabezas de ganado que les quedaban, para que así pastaran junto a las murallas.

Al ver a los dos toros campando a sus anchas, los árabes creyeron que los talaveranos andaban sobrados de comida y levantaron el campamento, cayendo así en la trampa y abandonando el sitio de la ciudad temerosos de la inmediata llegada de las tropas cristianas de auxilio.

Enlaces de interés:

Fdo: José Luís Serrano (Tutor de TVA Básico)